En diciembre de 2004, Paco Ignacio Taibo II y el Subcomandante Marcos empezaron a publicar en el periódico mexicano La Jornada una novela por entregas titulada Muertos incómodos. El proyecto confirma la vocación literaria del portavoz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, vocación y talento que ya se habían manifestado en los comunicados de la guerrilla. Kristine Vanden Berghe procede a una lectura detenida de los relatos incluidos por Marcos en dichos comunicados y reunidos posteriormente en los libros Relatos de el Viejo Antonio (1998) y Don Durito de la Lacandona (1999). La autora estudia cómo en ellos se plasman los aspectos más debatidos de la insurrección chiapaneca, tales como la representación de los indígenas por el mestizo Marcos, el papel de la mujer en las filas de la guerrilla y la índole supuestamente posmoderna de ésta. Pero también atiende a temas poco tratados: la manera en la que Marcos crea una lengua literaria híbrida con miras a dar cuenta de la identidad de los guerrilleros y de los objetivos de éstos, su uso de una simbología de colores para describir a los actantes, ejemplo de cómo el discurso cae ocasionalmente en un etnocentrismo que el Subcomandante dice querer evitar, o los hilos intertextuales que se tejen con distintos propósitos entre sus relatos y el Popol Vuh, los poemas de García Lorca y los textos de Borges. En su conjunto, los recursos literarios que esta lectura saca a la luz demuestran que Marcos concibe sus relatos como armas para convencer a los lectores a favor de su causa y que confía en la eficacia de la literatura cuando se trata de contribuir a la construcción de la comunidad nacional y de las identidades sociales.
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