De todas las cosas que hice en 2020 para sanarme de aquel entonces, fueron estas inocuas palabras las que realmente me salvaron. Quizás no son las mejores, las más ingeniosas, agudas o acertadas, pero en un momento en que todo parecía volverse en nuestra contra, yo encontré en ellas el impulso que necesitaba para seguir adelante. Para buscar la belleza incluso en momentos en los que resultaba tan complicado. Porque en medio del caos absoluto y del más triste de los momentos, también pude hallar un remanso de luz entre tanta oscuridad.
Este es, por tanto, un ejercicio de supervivencia. El mío. Mi legado de cuarentena.
Elisa Cíes Nalón nació en Madrid hace más años de los que le gustaría recordar, pero menos de los que se pudiera pensar. Ya desde bien pequeña, sus pasatiempos favoritos consistían en escribir relatos inacabados, dibujar esbozos sin sentido y, ante todo, sumergirse en cada una de las historias que fueron cayendo en sus manos, ya fueran audiovisuales, gráficas o literarias, si bien sentía una predilección especial por las novelas fantásticas y policíacas.
Cursó estudios de Historia del Arte en su ciudad natal, así como en Poitiers, lugar donde comenzó a interesarse por el universo poético de Emily Dickinson, autora a la que admira profundamente. Pocos años después de finalizar sus estudios, consiguió un puesto de consultora en la agencia para la que continúa trabajando actualmente, a la cual ella gusta de referirse como "su segunda casa".
A día de hoy, reside en un pueblo de la sierra madrileña junto a su pareja y sus dos gatas. Aún escribe historias inacabadas y espera que esta sea una de ellas.
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